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El cine fantasma (by Nino): IX.- La gran apuesta

La Gran Apuesta
"La Banca siempre gana... ¡tal vez!"  (by Nino)
@CinecomioWall

La gran apuesta
Cartel de la película
Existen apuestas que parecen a priori una gran broma. Si no, qué se lo digan a George Roy Hill, Paul Newman, Robert Redford y el gran Robert Shaw...

En El Golpe se devoraban entre sí, pero cuando hay garantías de una victoria (aunque mínima para alguno de ellos) y su apuesta se acomete a costa de tantos, entonces los timados son calificados de pardillos...

El director Adam McKay no se olvida de estos, tampoco de algunos mecanismos de su cine anterior (maridaje con Will Ferrer) para hacer frente con ironía propia y la pesadumbre de un ciudadano medio anónimo, al guion de su última película sobre un gran descubierto financiero. Ya, por todos conocido.

"The Big Short" también apuesta por envolver la piel de los jugadores con cierta caricatura, dentro de ese gran tablero de la macroeconomía que provoca una difusión de trampas y artilugios para vaciar los bolsillos desaprensivos o descuidados en cuentas. Este tipo de grandes apuestas, siempre tiene unos ases escondidos en las mangas cinematográficas, para conseguir un farol de proporciones casi apocalípticas.

Además, el gran hombre tras la cámara, posee otras atribuladas características como actor cómico, creador de algunas letras en canciones incluidas en bandas sonoras, guionista de sus films (y algún otro como Ant-Man) y productor de cine o televisión.



Brad Pitt
Al igual que una comedia produce picos de sierra, su carrera parece esquematizada por un grafismo que empieza a despuntar hacia arriba, pues realmente sería difícil aguantar determinado nivel y conseguir mantener la carcajada a cualquier coste. Es decir, que "La Gran Apuesta" no tiene por qué hacer reír al público con chistes de gusto mediocre, o situaciones retrogradas e insultantes para los espectadores y socios con diferentes sensibilidades, sobre todo, si está en juego el futuro de sus familias. Creo que me he perdido en su extrañeza estilista y empiezo a confundir realidad con ficción, recordando el título de aquella fascinante película de Marc Foster con Ferrell.

Pero si cualquier desgracia o situación límite alrededor de una mesa lujosa de oficina, sirve para concienciar y atacar de paso a un sistema bancario que condiciona sus números positivos al bienestar general y los sistemas de control, entonces se entiende ese cisma provocado por incompetencia y la burla a las grandes fortunas que se obtienen sin esfuerzo. McKay es lo que hace mejor, incluir un agrio sentido del ridículo y crítica con escenas sutiles junto a las más provocativas o sensacionalistas, tal que un puñetazo en las partes nobles o un fraude como anticipase el gran Orson en F for Fake . El mundo cinematográfico está completamente lleno de escenas en este sentido, con abultadas carteras flotando en un océano de miseria. El mundo no cambiará nunca, ¡qué le vamos a hacer! Entonces, la apuesta esconde en su interior caústico, la historia propagada hasta el cansancio (y el insulto) ante una situación repetida como las pautas de un supersticioso o, mejor, los tics de un pésimo jugador.

Christian Bale
En el filme de Mckay se intenta contar al gran público como una cuestión económica se convierte en un espectáculo penoso, que se recrea en el desamparo del ciudadano medio ante los grandes negocios, algo que es difícilmente digerible sin la necesidad de tomar un producto adecuado contra la acidez estomacal o el dolor coronario. Para ello, cuenta con la ayuda de atractivos protagonistas que gestionen tan dudoso negocio.

En La Gran Apuesta se desarrolla una elaborada paradoja basada en el libro de Michael Lewis, sobre la quiebra del sector inmobiliario y algo más enorme a continuación... provocando esta trama que aún nos salpica e hiere la sensibilidad del receptor al otro lado. Una realidad que juega con personas (casi todas sencillas y decentes) dedicadas a sobrevivir y reír sin puede o les dejan, sin más.

Siempre pensé que una apuesta de este calibre, sólo es posible entre individuos que han acumulado una riqueza bastante disparatada, es decir, un retrato del triunfo y la posición social que agravia la existencia a millones de otras vidas. Tras este juego de apariencias, se esconden directores o artistas, que usarían el sarcasmo corrosivo mientras conviven con tal disparate a su alrededor.

Y en el mundo como en The Big Short, es manifiesto el desequilibrio o cortocircuito de mundos paralelos retroalimentados: el económico, el artístico y aquel ruinoso a nivel de calle, de barrios castigados por la crisis.

Steve Carrell
Pero, todo este gran carnaval de situaciones y apuestas inhumanas, también se nutre del clasicismo cinematográfico en películas de épocas pasadas, que reflejaban el comportamiento fatuo y real de la estupidez humana. En frente, esa atracción arrolladora del creativo para significar las bases de su saludable humor crítico que, sin embargo, como esas historias de tramposos y víctimas, obtienen el rédito de castigar a los responsables de injustos desagravios o reírse de sus incivilidad para enriquecerse a costa de irresponsables o ciegos jugadores. Aquí se marcan pautas delictivas con el subjetivismo, no como ocurriese con aquel gran Golpe entre pillos de ojos azules, u ese otro Fraude con Richard Gere.

La diferencia entre percepciones respecto al gran timo, está en la caricatura de diferentes papeles metidos en el ajo. Si en aquella película de Richard Gere, el protagonista era un empresario arrastrado por el tsunami de delitos monetarios, en tejemanejes de la gran economía americana y mundial, escarmentado por una escalada que arrastra a la ruina también moral de los perjudicados habituales, por desgracia; en esta Gran Apuesta es la degradación del ser humano pasando por diversas escalas del juego fragante en lo prohibido, la avidez sin control que prefiere números a personas.

Por lo tanto, además de esa puesta de humor cínico, me agrada el desarrollo de los personajes respecto al ´soundtrack`... Cada uno posee su ritmo, sintonía en la que se encuentra a gusto frente al desastre, por ejemplo Christian Bale y su pasión por la batería o los sonidos duros del heavy metal.

Esa es para mí, junto a ese humor visceral, el mérito y la gran apuesta de McKay y su equipo. Apostar por una banda sonora que retrata el arquetipo de los personajes variados y su moralidad frente a los negocios (con un sentido plausible o no, según su implicación), destaca su personalidad y gustos frente a la discutible oportunidad de incrementar su patrimonio. Un mundo económico de carroñeros y víctimas desangrándose en la arena de los parquets.

Ryan Gosling
Así, La Gran Apuesta se complementa con otros nombres capaces de desvirtualizar la realidad a través de comedia y temas musicales, la denuncia social recae en grandes actores como Ryan Gosling, Steve Carell, Melissa Leo y Marisa Tomei, o un frío y seminal Brad Pitt. En cambio, esta posición encontrada no sería posible sin la gran paradoja (también hay que decirlo), dada su privilegiada posición financiera y los tratos de sus balances publicitarios.  Una apuesta de este calibre iría sobre la prepotencia de algún individuo, demostrando que la estupidez puede dejarle en la miseria absoluta.
Perdiendo tu dinero, propiedades e incluso, la propia familia.
Y precisamente esa es la apuesta artística con sus privilegiados puestos de vigilancia, denunciar la maldad o burlarse de los endebles sistemas económicos, sobre los que se sustentan vidas y esperanzas de gente humilde, con empresas o ahorros en peligro ante mafias, tramposas o legales.

Oteando el pasado próximo, debemos convencernos de la necesaria participación de variados medios para sacar a la luz la podredumbre, igual que el juego de caretas que trata de esconder la triste realidad de la economía. Se repite pasados unos pocos años, volviendo a ejercer su juego burlón y defraudador contra a una justicia desigual y eterna. A pesar de que McKay, nos haga lucir una sarcástica sonrisa.

En La Gran Apuesta, Pitt produce junto a Paramount esta especie de gámbito (penoso o visionario, pues algunos tendría percepción anticipada), más fresco que práctico. O acaso, no piensan que sería demasiado complicado, el producir alimento o semillas para todos los hambrientos del planeta...
Vivimos en una sociedad en que hombres que aprovechan las fisuras y luchan contra sus propias conciencias, se consiguen hacer con un botín indecente, como la falta sistemática de moralidad que ciertos resortes protectores deberían asegurar el futuro de las familias.

Y su director Adam McKay ha pasado de la comicidad ramplona de irreverentes gags, más o menos, facilones... a construir un imperio cínico y apostar por el trabajo cinematográfico centrado en la reflexión, para desenmascarar esa mutante y desagradable condición humana. Quizá será demasiado en un futuro próximo, pero si la apuesta no cambia, habrá más carne cruda y humilde en el gran asador.

Trailer de "La gran apuesta"


Esta proposición argumental (independiente de otros factores cinematográficos) es la que más me interesa del supuesto apocalipsis financiero. Esa y el tono humorístico de la crueldad.

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